A pocos días del plebiscito que sin duda marcará el futuro próximo de nuestro país, y habiendo sido testigos recientemente de la destrucción de algunos íconos culturales, quise hacer una pequeña reflexión sobre la fragilidad (o no) de la Cultura ante el paso del tiempo y/o ante la mano humana.
Y es que ver cómo se destruye una obra de arte, un edificio simbólico, un monumento, uno o muchos libros, es siempre, SIEMPRE muy chocante e impactante. Y no es para menos, por mucho que sea algo que no hayamos conocido, algo en nuestro interior se aprieta y una voz en nuestras cabezas dice "noooo".
Específicamente me gustaría referirme a los libros (como siempre), y es que la destrucción de estos siempre se ha ligado a la censura y al actuar de tiranos y a regímenes autoritarios que buscan por todos los medios posibles –incluso unos tan brutales y ridículos como la destrucción de éstos– mantener a la población "en las sombras" como se dice.
Ahora bien, entendiendo que me parece una aberración la destrucción del libro como objeto, últimamente y probablemente a causa de todo lo que está pasando en el ámbito social-político en Chile y el mundo, he comenzado a pensar en lo potente que es que, incluso destruyendo todos los libros del mundo, sería imposible frenar la divulgación de contenidos y la creación de aquellas mujeres y hombres que hoy son capaces de plasmar sus ideas y sus pasiones en el papel escrito. Porque al final del día, ¿qué es un libro sino una fracción del alma de quien lo crea llevado al papel (u otros formatos)?
El papel (como el lienzo, los monumentos, los ladrillos, los discos, y tantos otros medios de transmisión) puede ser quemado y destruido, pero el contenido no lo será jamás. Y no lo será porque las ideas viven en nosotros las personas, nos conectan, nos dan vida, llenan nuestras almas.
Cuidemos la cultura. Cuidemos y apoyemos la cultura, las artes, los libros. Pero sobre todo valoremos lo que son, lo que realmente son y su aporte a nuestras vidas y nuestras sociedades. Porque las ideas siempre seguirán vivas en quienes las crean y quienes han tenido contacto con ellas.
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Fabio Costa Caimi, El Librero.