Ante la avanzada del comercio digital, enormemente acelerada por la pandemia que estamos viviendo, muchos rubros que (hay que decirlo) poco y nada se han modernizado durante los últimos años, se han visto obligados a aventurarse a nuevos y desconocidos canales para no perder el contacto con su público y así mantenerse vivos y vigentes.
Un rubro que podría considerarse el ejemplo perfecto de lo que digo es, obviamente, el de los libros, específicamente las librerías.
Sin duda que algunas más algunas menos pero todas avanzan hacia el futuro; aunque las librerías han tenido características más bien representativas de tiempos pasados. Desde el formato de los libros (habiendo alternativas más modernas y tecnológicas) hasta lo que se vive adentro, donde a diferencia del retail tipo mall, con tiempos más pausados, interacciones más profundas y una relación cliente-producto (pese a que no me gusta para nada hablar ni de clientes ni de productos cuando hablo de las librerías) no muy común en el resto del comercio tradicional.
Pero la pandemia lo está cambiando todo.
Muchas librerías (incluida nuestra BROS) se han visto más o menos forzadas a mirar lo digital e incluso el retail como alternativas de supervivencia y adaptación ante la crisis que estamos viviendo, teniendo que salirnos de nuestro hábitat natural para adentrarnos a un mundo que tiene como gran líder (o amenaza) al gigante Amazon.
Y esto ha generado revuelo en la industria sin duda. Revuelo porque para muchos es un camino forzado, porque se teme por el futuro de las librerías tradicionales y bueno, porque todo está tan raro que no queda otra que aferrarse a los libros como un tótem de paz y tranquilidad para poder afrontar lo que venga de la mejor forma posible.
Pero también ha causado ruido el tema de la digitalización porque habemos quienes creemos que justamente ese avance de todo lo tecnológico también trae consigo la necesidad de equilibrio, un ying para el yang podríamos decir, y aquí es donde la librería, como lugar de encuentro, como espacio social/cultural y no solamente como un lugar transaccional, se posiciona con aún más fuerza que antes de la pandemia.
Creo sinceramente que las librerías irán mutando con el tiempo para adaptarse a lo que venga en el futuro (y lo que está pasando ahora también), pero lo más importante es que la esencia misma de las librerías será la gran beneficiada por este tipo de crisis y por el avance de la tecnología y lo digital en nuestras vidas.
¿Serán las librerías el oasis que nos permita bajar las revoluciones ante las frenéticas y cada vez más impersonales vidas que estamos llevando?
Juzgue usted. Yo por mi lado le dejo extendida la invitación a visitarnos y –con toda la calma del mundo– perderse entre las cuatro paredes llenas de libros de nuestras y tantas otras librerías.
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Fabio Costa Caimi, El Librero.